jueves, 17 de mayo de 2012

Intentando crear mi reino del terror


Estaba yo ligeramente hambrienta, o más bien, con la gula puesta, rebuscando algo para el piscolabis mañanero, échando en falta un martini blanco con hielos y su aceituna, cuando me he topado con un frigorífico que bien podría ser el de un estudiante pero sin los productos poco sanos pero muy apetecibles. Urgando el fondo de baldas de cristal y rejillas y abriendo tuppers, cuando he dado con un jamón serrano sin fecha concreta, tan añejo que incluso había comenzado a crear una pequeña colonia de esos seres con apariencia de pelusilla. Entonces ha sido cuando ha pasado por mi cabeza una vez más más la idea de hacer el mal, de seguir los pasos de Serebro-bro-bro-bro pero sin errar, tal vez planes que sí podría llevar a cabo con el veto a la ayuda de Pinky. El proceso para conquistar el mundo que se estaba forjando en mi cabeza era un tanto simple, someter a esas criaturas microscópicas halladas en la carne muerta a una radiación controlada, que no las destruyese pero sí las mutase para poder así formas un ejército de adorables blancos seres peludos con colmillos y ojos sanguinolentos que me adorasen a mí y al jamón curado. Con esperanza, he metido una loncha en el microondas, previendo mi éxito, frotándome las manos y los ojos tan abiertos como los de Igor. Creo que incluso a pesar de los 20ºC y el sol reinante en el exterior, unos rayos han cruzado mi cocina, los cielos se han cubierto y todo excepto mi sonrisa se ha vuelto negro. O tal vez sólo me lo haya imaginado yo...

Pero oh, mi gozo en un pozo. Sólo ha salido un trozo de carne rosada y un aroma que ha atraído a mis pequeños felinos. Al final, he sustituído el aperitivo cárnico con puntitos blancos por unas fresas. Quizas hubiese sido mejor una manzana... puede que tuviese un gusano... puede que el gusano sí hubiese mutado con las ondas y me hubises ayudado en mi cruel empresa!