martes, 29 de marzo de 2011

Trazos y morralla


Decido que es el momento idóneo. Escojo algo de Peggy Lee, Jill Tracy, Aznavour o algo similar, música tranquila para la contienda que ha de venir. Preparo el campo de batalla sacando distracciones de mi vista, mejoro la iluminación y borro sombras. Me armo con un lápiz, me escudo con una goma y me enfrento a un DIN A4 en blanco. Exprimo mi cabeza, boceteo lo que pretendo y nada. Deshago lo dibujado. Comienzo con otra idea, no madura, y al intentar borrarla arrugo la hoja. Blasfemo a nivel moderado. Voy a por algo de fruta y dejo que me de un poco el aire. Bebo agua fria. Regreso al terreno conflictivo. De nuevo me pongo en posición. Intento algo más simple, un cuerpo desnudo a la espera de una expresión, un atuendo y un entorno. Hago un cuerpo deforme. Me cabreo, hago una pelota con el papel, blasfemo tremendamente y me voy a la cocina. Y vuelvo a perder la partida. Una vez y otra vez y otra vez.

Voy andando por la calle, paseando junto al río, veo algo que me da una idea. Me pilla sin armas, ni un boli, ni una servilleta. Llego a casa y a duras penas logro recrear lo ocurrido en mi quijotera.

Es tiempo perdido forzar la inspiración, pero debería estar más atenta al momento en el que va a aparecer. Normalmente me visita en ese momento en el que no estoy despierta ni tampoco dormida, a medio camino entre el sueño y la realidad, en ese etat second en el que imagino escenas que por la mañana siguiente sólo serán un vago recuerdo, un "joder, tenía que haberme levantado y apuntarlo". Hay quien sólo se inspira en los momentos tristes. Yo prefiero crear cosas que hagan esbozar una sonrisa y dejar constancia y recordar sólo los buenos estados de ánimo. Ya pasó mi época de odiarme y ronronear disfrutando de mis propias lágrimas. Ya escribí todo lo negro que podía escribir. Ahora quiero dibujar en colores, adorar las buenas líneas curvas y rendir culto a lo estético y lo prescindible. Cuerpos imposibles, belleza incómoda.

Parece que mis musas han vuelto. Varias pelotas de papel arrugado después, la tinta de tres modestos bics (negro, azul, rojo) y un rotulador verde han vencido a la blancura del DIN A4. No se acercan a ser algo admirable, cuatro meses de falta se notan, pero servirán para tapar las imperfecciones de la pared.

Para ilustar esta entrada, el cadáver de un boceto.

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