Nueve de la mañana. Debería estar entrando en clase, pero acabo de despertar por culpa de los malditos rayos del sol que entran por las rendijas y me queman los ojos. Me pides que cambie las cálidas sábanas que aún llevan tu olor por el frio azote del viento que hiela los huesos. Entonces me convierto en Gizmo y logras que salga, yo a ritmo de Jerry Lee.
Pero no escapo. Sólo espero que pase el tiempo para volver a meterme en las preciadas rejas de tu cama.
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